viernes, 28 de agosto de 2009

No era conductista, sólo me gustaba jugar...

  
Esto lo escribí hace cuatro años. En aquella época no era conductista, sólo me gustaba jugar a ser cínico.
 
"Algunas mujeres parecen ratones de laboratorio. Concretamente ratones de los que se emplean en experimentos de condicionamiento operante con cajas de Skinner. Estos experimentos sirven para estudiar cómo los animalillos aprenden a hacer cosas extrañas para obtener premios... Y también para estudiar cuánto tiempo tardan en dejar de hacerlas cuando los premios se han agotado.
 
Las cajas de Skinner son recintos con un mecanismo dispensador que ofrece un premio (normalmente comida) cuando el animal realiza cierta acción (como pulsar una palanca). Aunque existen varios tipos de mecanismos dispensadores me centraré solamente en los tres más importantes.

Mecanismos en las cajas de Skinner.

Mecanismo nº 1. Refuerzo continuo. Éste es el más simple. Consiste en que cada vez que el ratón aprieta la palanca el dispensador de comida le da una bolita. Se diría que es el mecanismo "feliz". ¿El ratón siente hambre? ¿Quizá gula? Pues le da a la palanquita y a hincharse de bolitas de queso. Un regalo del dios de los ratones. Y gratis. El ratón está en el paraíso.
 
Mecanismo nº 2. Refuerzo de razón fija. Éste también es bastante simple. El ratón obtiene comida no cada vez que aprieta la palanca sino sólo, digamos, cada cinco veces. Este es un mecanismo "feliz y digno". El ratón tiene que trabajar un poco para conseguir sus bolitas pero sabe la cantidad de esfuerzo necesaria para obtener su recompensa. Si en lugar de hambre lo que siente es gula, quizá no le valga la pena trabajar tanto y no engordará. El dios de los ratones ha creado un mundo para que puedan ser felices, pero sólo con su propio esfuerzo. El ratón está en un país protestante.

Mecanismo nº3. Refuerzo de razón variable. Éste mecanismo es el más complicado. El ratón tiene que pulsar la palanca varias veces antes de conseguir comida pero, a diferencia de lo que ocurre con el mencanismo nº 2, la bolita aparece tras un número aleatorio de pulsaciones: quizá la primera la obtiene con dos pulsaciones, para la segunda tiene que pulsar diez veces, en la tercera sólo una vez, en la cuarta, quince y así hasta que acaba el experimento. Este mecanismo es "sacrificado". El ratón tiene que trabajar para alimentarse pero no sabe cuánto. Unas veces casi desfallece del esfuerzo antes de lograrlo. Otras veces se entusiasma al conseguir algunas bolitas fácilmente. Pero en otras ocasiones el ratón se enfada y comienza una huelga. Cuando esto ocurre el hambre acaba retorciendo su tripa y, avergonzado, vuelve a someterse al procedimiento. Si entonces recibe una bolita fácil, lo agradece tanto que decide no volver a rebelarse jamás. El dios de los ratones ha creado un mundo para que demuestren con su esfuerzo y sacrificio que se han ganado el cielo. El ratón está en un pueblecito católico.
 
De todos modos lo más interesante no es cuánto esfuerzo depara el destino a los ratones en un tipo u otro de caja sino qué es lo que hacen cuando la caja no da bolitas.
 
Los ratones del paraíso siguen pulsando la palanca unas cuantas veces más y, al darse cuenta de que se ha acabado el alimento, lo dejan estar y se van de la caja.
 
Los ratones protestantes, acostumbrados a trabajar, lo intentan más veces que los acomodados ratones del paraíso. Sin embargo, al poco tiempo, también descubren que el surtidor se ha agotado y, por ser prácticos, dejan de intentarlo y también se marchan.
 
En cuanto a los ratones de moral católica... Acostumbrados como están a sudar cada bolita de comida que consiguen y a esperar que el esfuerzo, aunque tarde mucho, al final ofrecerá recompensa, no entienden qué pasa, por qué ya no reciben su premio. ¿Qué hemos hecho mal? - se preguntan -. Sólo tenemos que seguir esforzándonos. Y siguen, y siguen, y siguen... Al cabo de mucho tiempo, por fin, se dan cuenta que se ha acabado lo que se daba y se quedan tristes mirando la palanquita y dándole alguna patada ocasional "por si hay suerte". Pero no se van de la caja.
 
Pues bien. Hay mujeres en cajas de Skinner en las que el hombre controla el mecanismo dispensador.
Unas se encuentran en cajas paraíso. En éstas el dispensador ofrece una bolita de queso cada vez que lo pide. Entiéndase "bolita de queso" como una metáfora, por supuesto. Si, por algún motivo, se le acaban las bolitas (porque no le queda dinero para comprarlas, energía para construirlas o tiempo para prepararlas), la mujer primero reclama su ración pero, acostumbrada a las facilidades, enseguida abandona la caja. Cuando consigue de nuevo bolitas la ratoncita ya ha desaparecido.
 
Otras se encuentran en cajas protestantes. En éstas el dispensador se hace de rogar y no da sus bolitas inmediatamente: deja que la ratoncita trabaje un poco antes de conseguir una. Éstos disponen de más tiempo que los anteriores para conseguir bolitas cuando se les acaban. Sin embargo, si no lo logran a tiempo, la ratoncita también se va de la caja.
 
Y finalmente, algunas se encuentran en cajas de moral católica. En éstas el dispensador entrega las bolitas de forma aleatoria y, a menudo, sólo tras un largo esfuerzo de la ratoncita. En estas cajas aprenden a esforzarse. Sensibilizadas por la herencia destilada de una moral religiosa que ya ha preparado el terreno, descubren el valor del esfuerzo y el sacrificio. Los que usan este mecanismo consiguen mujeres entregadas, capaces de soportar largo tiempo sin bolitas y que, con sólo alguna entrega ocasional, renuevan la devoción que les ofrecen. En estas cajas no pasa nada cuando se acaban las bolitas: la ratoncita, aunque a regañadientes, se mantiene en la caja dignificada por el esfuerzo de la espera. Cree que su sacrificio la hace merecedora de la próxima bolita y está dispuesta a esforzarse un poco más para conseguirla. Al fin y al cabo, ¿qué ratoncita sensata abandona una caja que, con un pequeño esfuerzo más, le dará la bolita que le debe?
 
No es fácil que las mujeres que entran en esta dinámica salgan de ella. Cuando asimilan la vía del sacrificio y del esfuerzo para conseguir bolitas, infravaloran las que son fáciles de obtener. De no hacerlo, tendrían que admitir que se han estado equivocando durante mucho tiempo. Por un lado engañadas por hombres que siempre les debían una bolita más. Por otro lado engañadas por sí mismas cuando, sin darse cuenta, dignificaron el sacrificio y legitimaron su relación de dependencia."
 

1 comentario:

Anónimo dijo...

Y ahora, ¿k opinas de las mujeres?, sigues jugando a ser cínico?